“Nunca vivimos; siempre estamos en la expectativa de vivir.” Esta frase tan acertada atribuida a Voltaire, resume una de las trampas psicológicas que nos hacemos cuando generamos expectativas poco realistas y que al no cumplirse pueden arrastrarnos hacia la frustración o la desilusión. Conocer qué son, cuál es su función y cómo equilibrarlas nos ayuda a no alejarnos de un presente más sosegado.
Científicos de la Universidad de Wisconsin han estudiado la relación de la felicidad y la actividad cerebral. Durante la investigación colocaron 256 electrodos en el cráneo de Matthieu Ricard y los sometieron a un aparato de imágenes funcionales por resonancia magnética nuclear (fMRI).
LLegaron a la conclusión que Matthieu Ricard logró un alto nivel de actividad en la corteza cerebral pre-frontal izquierda, lo que se asocia a las emociones positivas. Dicho nivel estaba por encima de la media del de otras personas. Investigando este hecho científico escuché una conferencia del propio Ricard donde afirmaba algo muy interesante: para él la felicidad era sencillamente sentirse sosegado y realizado. ¿Qué tiene que ver esto con las expectativas? Mucho y lo veremos a continuación.
¿Qué son las expectativas?
Las expectativas son creencias personales que proyectan la esperanza de realizar o conseguir algo y/o la posibilidad razonable de que algo suceda. Es una creencia en el futuro y por tanto está sujeta a nuestra experiencia, es decir, está influenciada por el pasado y se desarrolla a partir de una combinación compleja de nuestras experiencias, deseos y conocimientos.
La expectativa se basa en la posibilidad que suceda algo que esperamos que suceda. Puede ir desde la ocurrencia más liviana hasta la creencia más absoluta sin estar seguros de ello. De la misma manera cómo forma parte de un enorme entramado de sentimientos, hechos, experiencias, vínculos, ilusiones etc… es complicado analizarla de forma realista lo que nos ayudaría a ajustarla correctamente.
La tranquilidad es producto del manejo inteligente e informado de las expectativas.
Harry Czechowicz y Sonia Peña-Czechowicz
Propongo una primera herramienta para reflexionar: si la felicidad o al menos lo que se puede acercar a ella, según Richard puede ser una combinación entre sosiego y sentirse realizado, y si según Czechowicz la tranquilidad se logra a través de la buena gestión de las expectativa, tenemos un bonito punto de partida para trabajar. Tiempo habrá para abordar la idea de sentirse realizado sin caer en la falsa felicidad que nos venden llena de propósitos artificiales y desconectados con nuestra realidad en muchas ocasiones.
Me gustaría ilustrar estas ideas con este interesante fragmento que me acompaña hace tiempo y que representa de alguna manera parte de lo que trato de explicar.
Es la diferencia que hay entre un hombre que deja su trabajo para convertirse en guía de pesca en el lago Big Trout, y que un día, mientras rema hacia el muelle al atardecer, deja de remar para contemplar la puesta de sol y se da cuenta de lo mucho que desea ser guía de ese lago; y otro hombre que ha tomado la misma decisión, deja de remar al mismo tiempo, siente la misma alegría, pero al mismo tiempo, piensa que podía hacerlo también en el lago Windigo, y que también podría ganarse la vida vendiendo canoas.
“El periodista deportivo” de Richard Ford
Mi pregunta es ¿Quién se sentirá más tranquilo? ¿Y más realizado? ¿Quién maneja sus expectativas de forma más realista? ¿Quién a priori será “más feliz”?
¿Cuál es la función de las expectativas? ¿Cuales son sus consecuencias si son poco realistas?
La expectativas nos anticipa un suceso que nos hace ponernos en alerta, trazar un plan y prepararnos mentalmente para una acción futura. Esto es muy curioso porque gran parte de nuestra decisiones se basan en expectativas subjetivas sobre los resultados de esas decisiones.
Digamos que tenemos una gran confianza (en muchas ocasiones diría hasta fe) en nuestras expectativas y esto si no se gestiona de forma sana y realista puede jugar en nuestra contra. Pero también es importante saber que muchas de las cosas que nos suceden son inesperadas (tanto buenas como menos buenas) y por tanto carecían de expectativas.
Las expectativas no son malas, al revés son importantes y necesarias en nuestra vida pero el problema es que exista una gran distancia entre la propia expectativa y la realidad de llevarse a cabo. En este caso, un mecanismo psicológico que debe ayudarnos se convierte en lo contrario: una fuente de malestar. Además si sumamos como hábito pensar que las cosas discurrirán el relación a nuestros deseos el desgaste psicológico puede ser preocupante y nuestra relación con el entorno comenzar a deteriorarse.
Entonces ¿Cuál es la clave para mantener a las expectativas en un lugar sostenible y sano? Digamos que es mantener un equilibrio entre asumir que no todo es controlable y por otros lograr enfocar la expectativa de la manera más realista posible. ¿Cómo lograrlo? Aquí os propongo algunas ideas para reflexionar y sobre todo poner en práctica. Son algunas hay otras muchas y lo importante es adaptarlas a cada uno.
Cinco propuestas para poder ajustar positivamente las expectativas.
1.- Diferenciar entre la expectativa poco realista y la realista. Un buen método sería no caer en la tentación de generar expectativas muy altas puesto que normalmente serán menos realistas. Esto no quiere decir que se entre en un terreno de pasividad. Cómo dijo Ivan Illich “Debemos redescubrir la distinción entre esperanza y expectativa”.
En realidad bajar el nivel de expectativa exigente con uno mismo, con los demás y con nuestro entorno nos proporciona un terreno más fértil para ser más proactivos desde la tranquilidad.
2.- Transitar más en el presente. Las expectativas se fundamentan en nuestra experiencia pasada y se proyectan inevitablemente en nuestros deseos de futuro. Estos dos aspectos pueden limitar nuestra relación con el presente que en realidad es donde estamos y podemos actuar más. Si vivimos anclados fuera del presente mucho tiempo puede hacernos herméticos y pasivos.
Abrirnos más a la incertidumbre o no querer resolver los problemas de un sola vez pueden ser pequeños ejercicios que nos ayuden en nuestro día a día. En relación a esto me parece interesante la idea Wu Wei que nos habla de una acción en la no acción, es decir una hacer sin forzar. O como afirmó Haruki Murakami “Sea lo que sea lo que estés buscando, no llegará en la forma que esperas”.
3.- Mantener a raya las expectativas de los demás. En muchas ocasiones estamos inmersos en un sin fin de dinámicas y deberes impuestos por los demás y que “debemos” cumplir. Las expectativas externas hacia nosotros pueden “ahogarnos” y un ejercicio muy sano es comprender que no podemos satisfacer los deseos de los demás y siendo de hecho en muchas ocasiones contraproducente para ambas partes aunque no lo crean.
Como afirmó en un artículo Antonio Muñoz Molina «hay belleza en el que dice no con calma y firmeza […] el que dice no a quienes esperaban y confiaban en que dijera sí». A pesar que no pueda ser del agrado de los demás ya que esperan un sí, a la larga puede ser un ejercicio muy sano siempre que se haga desde un punto constructivo, educado y asertivo.
4.- Expresar la expectativas. No podemos esperar que alguien haga de adivino y sepa justamente lo que necesitamos o esperamos de ella o de una situación. Comunicarlas puede ayudarnos a ponerla en el lugar que corresponde lo que aumentará la probabilidad de que se cumpla.
Es cierto que hay que tener en cuenta de que trata esa expectativa, a quién comunicar y cómo expresarla. Aquí considero clave ser asertivos a la hora de hacerlo, es decir: expresar pensamientos y sentimientos de forma honesta, directa y correcta. Implica respetar los pensamientos y creencias de otras personas, a la vez que se defienden los propios. Y asumir sin resentimientos que tal vez no obtengamos la respuesta que esperábamos.
5.- Esperar menos y actuar más. Todo lo anterior no tiene sentido si nos mantenemos pasivos por rebajar nuestra expectativas o pasalizarnos ante una busqueda extricta de lo realista. Al revés, paradójicamente al tomar la iniciativa de forma proactiva, con prudencia pero al mismo tiempo asumiendo la incertidumbre, hará más probable que nuestros deseos se cumplan. O al menos, si no se cumplen, lo hayamos hecho de forma más tranquila y adquiriendo un aprendizaje muy rico que nos ayudará en otras situaciones.
Vivir las emociones, acortar la expectativa.
No cabe duda que equilibrar nuestras expectativas de deseos en un mundo lleno de mensajes con expectativa engañosas y prometedoras. Tampoco son fáciles en este contexto las relaciones personales puesto que en ocasiones habitan creencias herméticas y muy enmarañadas por muchos factores.
Es por ello que los pasos para ajustar las expectativa deben ser sostenibles y realistas para que sean sanas y para ello necesitamos mucha práctica. Es un entrenamiento que podría comenzar con lo más básico, sencillo y probar a hacer pequeños avances que pasan por identificarlos primero. Piensa en tu día a día, seguro que muchas circunstancias por las que puedes comenzar.
Para finalizar quiero aportar una bonita reflexión de mi querido Frank Bascombe, protagonistas de varias novelas de Richard Ford,que me acompaña hace años, que trato de poner en práctica y me ha dado buen resultado.
Cuando vives plenamente tus emociones cuando son lo bastante simples y atractivas como para disfrutarlas y se acorta la distancia entre lo que sientes y lo que también podrías sentir, entonces puede confiar en tus instintos.
Frank Bascombe en la Novela de Richard Ford “el periodista deportivo”.
Fuentes:
Artículo de prensa > “El que dice no” de Antonio Muñoz Molina. Diario El País. 14 de Mayo de 2014.
Libro > “El Periodista deportivo” de Richard Ford