Tenemos dos opciones: hacer elecciones motivadas por el deseo de contribuir en esta vida desde tus valores o hacer elecciones motivadas por miedo, culpa, vergüenza, deber u obligación.
Cuando todo fluye desde la primera opcion la vida resulta un más maravillosa, saludable y constructiva para nosotros mismos y para los demás. La segunda opción se traducirá en un sufrimiento elegido que generará resistencia.
Hace algunos años empecé a hacer un ejercicio que aumentó significativamente la alegría y la felicidad disponible en mi vida, al tiempo que disminuyó la depresión, la culpa y la vergüenza. Lo ofrezco aquí como una posible manera de profundizar en a autocompasión y ayudarnos a vivir nuestras vidas desde el disfrute del juego, permaneciendo enraizados en una consciencia clara de la necesidad que busca enriquecer la vida detrás de cada cosa que hacemos.
Marschall B. Rosemberg
Traducir los “tengo que” por “yo elijo”
Paso 1
¿Qué estás haciendo en tu vida que no vives como un juego? Escribe una lista de todas aquellas cosas que, según tú, te ves obligado a hacer, de todas aquellas actividades que sin duda preferiría no hacer, pero que a pesar de todo hace porque le parece que no tiene más remedio.
Paso 2
Una vez terminada la lista, reconoce de manera sincera que, si hace estas cosas, es porque elegiste hacerlas, no porque tenga que hacerlas. Anteponga, pues, la palabra «elijo…» delante de cada una de las actividades enumeradas.
Paso 3
Después de haber reconocido que tu mismo eligiste llevar a cabo una determinada actividad, indaga qué intención se oculta detrás de la elección completando la frase: «Elijo… porque quiero…..».
Paso 4 (extra)
Cultivar la conciencia de la energía que se encuentra detrás de nuestras acciones
Cuando analices la frase «Elijo… porque quiero…», tal vez descubras los valores importantes que se encuentran por detrás de las opciones que elegiste.
Cuando adquirimos claridad sobre la necesidad que satisfacemos con nuestras acciones, podemos vivirlas como un juego, aun cuando impliquen mucho trabajo, un desafío o una frustración.
Marschall B. Rosemberg
Con respecto a algunas de las actividades enumeradas en tu lista, sin embargo, tal vez descubras una o varias de las motivaciones siguientes:
- Por dinero: El dinero no es una «necesidad»; es una de las innumerables estrategias que podemos elegir para satisfacer una necesidad.
- Por aprobación social: Como ocurre con el dinero, la aprobación de los demás es una forma de recompensa extrínseca. Hacemos cosas para caerle bien a la gente y evitamos las que podrían provocar desagrado en el otro o reportarnos un castigo
- Para escapar del castigo: Algunos pagamos impuestos principalmente para evitar el castigo. Entonces, es probable que nos dediquemos a ese rito anual con cierto resentimiento.
- Por evitar la vergüenza: Sabemos que, si no las hacemos, seríamos objeto de severas autocríticas, escucharíamos nuestra propia voz diciéndonos que actuamos mal o de una forma estúpida.
- Para evitar los sentimientos de culpa: «Si no hago esto, los voy a decepcionar». Tenemos miedo de sentirnos culpables por el hecho de no satisfacer las expectativas que los demás tienen de nosotros. Tenemos miedo de que “nos echen de la tribu” que es la función que tiene la culpa y que las personas hemos desarrollado evolutivamente.
- Por obligación: Cuando usamos un lenguaje que niega la elección voluntaria, por ejemplo palabras tales como «debo», «tengo que», «es preciso que», «no puedo», «se supone que», etc., nuestros comportamientos se originan en una vaga sensación de culpa, deber u obligación.
Siempre que utilizamos un lenguaje que niega la libre elección, trocamos la vida que llevamos dentro por una mentalidad de robot que nos desconecta de nuestro núcleo central.
Marschall B. Rosemberg
Tras examinar la lista de actividades que has enumerado anteriormente, analiza cuales de ellas estás realizando con esta actitud de robot y cuales se alejan de tus valores.
Dependiendo de las circunstancias y/o las resistencias de validación social, optes por seguir con alguna de las actividades pese que la mueve energías muy alejadas de tu voz auténtica lo que es respetable pero seguro que de alguna manera el ejercicio puede ofrecerte alguna rendija de modificación o si se trata de actividades que no quieres realizar recordarte que aunque suponen un esfuerzo son en su fondo comportamientos valorados y motivados de forma intrínseca.
Extraído y adaptado de una propuesta de Marschall B. Rosenberg en su maravilloso libro “comunicación no-violenta”