Todos nos preocupamos. Plazos, tareas pendientes, relaciones, dinero, salud: hay una fuente infinita de preocupación en nuestras vidas. Los altos niveles de ansiedad y estrés suelen estar alimentados por nuestra forma de pensar. Estos pensamientos pueden ser tan fuertes que los creas como verdaderos. Pueden contribuir a la ansiedad y la depresión, y pueden cambiar tu forma de comportarte.
Si además te has mudado a vivir a un país extranjero, el proceso de cambiar de país implica muchos retos con una enorme cantidad de cambios que van desde lo geográfico, social y cultural; hasta lo personal, familiar o profesional. La vida de expat no es fácil porque en realidad puede tener las mismas dificultades que cualquier otra personas que permanece en su lugar de origen pero alberga más desafios y niveles constantes de estrés.
Sin embargo, no todos nuestros pensamientos son hechos; muchos son simplemente creencias que tenemos. A veces hemos mantenido estas creencias durante tanto tiempo que las sentimos como hechos verdaderos.
Tampoco se trata de simplemente decir “deja de preocuparte” y apartar la preocupación o evitarla. Eso supondría un efecto rebote con más presencia e intensidad.

¿Cómo sabemos si nuestros pensamientos son verdaderos o sólo son creencias a las que nos hemos que nos hemos acostumbrado a tener?
He aquí algunas formas de trabajar y desafiar tus preocupaciones y pensamientos ansiosos. Para poder relacionarte mejor y de forma más saludable con esa neblina tóxica de preocupación te propongo enfocarlo de la siguiente manera:
Paso 1: Empieza por captar tus pensamientos.
Cuando te sientas ansioso o estresado por algo que estás pensando, detente, toma conciencia y escribe lo que estás pensando. Es posible que haya más de un pensamiento que pase por tu mente cuando te sientas ansioso. (Sugerencia: tu pensamiento puede ser algo así como «¿Y si…?» o «Me preocupa que…»).
Identifica que pensamientos son y en que contextos se desencadenan. Trata de explorar que los causa. Observa donde los sientes o como tu cuerpo los anticipa. Bucea en la anatomía de tu preocupación y como se transforma en una especie de neblina tóxica (smog) de preocupación.
Paso 2: Una vez que hayas identificado un pensamiento, pregúntate a ti mismo:
- ¿Es cierto este pensamiento?
- ¿Cómo sé que es cierto?
- ¿Es cierto al 100% y siempre?
- ¿Qué pruebas hay a favor del pensamiento?
- ¿Cuáles son las pruebas en contra del pensamiento?
- ¿Ha sucedido alguna vez lo que me preocupa antes?
- ¿Qué ha pasado realmente?
- ¿Cómo lo he afrontado? ¿Cuál fue el resultado final?
- Y sobre todo: ¿Qué coste me está suponiendo este pensamiento? ¿Me está alejando del momento presente?
Paso 3: Si te resulta difícil dejar de preocuparte, pregúntate:
A veces estamos tan habituados a nuestros procesos de pensamiento que no somos capaces de identificar cuando surgen y no surte efecto el debatir con ellos. Para ayudarte a hacer esta distinción cuando surge un pensamiento que es incómodo de alguna manera, hazte las siguientes preguntas:.
- ¿Qué me aporta la preocupación?
- ¿La preocupación me ayuda a resolver un problema o me mantiene estancado y me hace sentirme ansioso»
- ¿Es este pensamiento de alguna manera útil o provechoso?
- ¿Es este pensamiento una vieja historia? ¿La he oído antes?
- ¿Qué obtengo por creerme esta historia (pensamiento)?
- ¿Me ayuda este pensamiento a emprender acciones eficaces para resolver el problema o me mantiene estancado?
- ¿Voy a confiar en mi mente o en mi experiencia?
Las personas que acompaño son personas que viven en el extranjero. Este hecho tiene un plus en relación a las preocupaciones puesto que todo supone un cambio y sostenido en el tiempo durante mucho tiempo: papeles, médicos, familia, adaptación, idioma etc. De hecho para la mayoría estas preocupaciones aparecen durante la noche y previo a dormir lo que puede comprometer el descanso.
Hay muchas formas y muchas perspectivas desde donde trabajarlo. Esta supone un «debate» contigo misma que sin duda resulta interesante. Pero existe otras muy interesantes que iré compartiendo en mi blog.